viernes, 19 de junio de 2015

El Romanticismo español

Por ironías de la vida, uno de los textos más icónicos del Romanticismo español fue escrito por uno de sus mayores detractores, Don Ramón de Mesonero Romanos. Este autor es conocido como uno de los grandes costumbristas de la ciudad de Madrid del siglo XIX. Vivió entre 1803 y 1882. De entre algunos de los datos más relevantes en su biografía destacan su alistamiento en la milicia nacional, su asistencia a la tertulia conocida como “El Parnasillo” junto con Espronceda o Larra y su participación en la Real Academia como miembro honorario y miembro de número.





El texto en cuestión es una crítica a la nueva corriente conocida como “Romanticismo”, a su estilo, formas, vestuario, etc. Aquí pueden leer un fragmento del artículo:
Y he aquí por qué un muchacho que por los años de 1811 vivía en nuestra corte y su calle de la Reina y era hijo del general francés Hugo, y se llamaba Víctor, encontró el romanticismo donde menos podía esperarse, esto es, en el Seminario de Nobles; y el picaruelo conoció lo que nosotros no habíamos sabido apreciar y teníamos enterrado hace dos siglos con Calderón; y luego regresó a París, extrayendo de entre nosotros esta primera materia, y la confeccionó a la francesa, y provisto como de costumbre con su patente de invención, abrió su almacén, y dijo que él era el Mesías de la literatura, que venía a redimirla de la esclavitud de las reglas; y acudieron ansiosos los noveleros, y la manada de imitadores (imitatores servum pecus, que dijo Horacio) se esforzaron en sobrepujarle y dejar atrás su exageración y los poetas transmitieron el nuevo humor a los novelistas; éstos a los historiadores; éstos a los políticos; éstos a todos los demás hombres; éstos a todas las mujeres; y luego salió de Francia aquel virus ya bastardeado, y corrió toda la Europa, y vino, en fin a España, y llegó a Madrid (de donde había salido puro), y de una en otra pluma, de una en otra cabeza, vino a dar en la cabeza y en la pluma de mi sobrino, de aquel sobrino de que ya en otro tiempo creo haber hablado a mis lectores; y tal llegó a sus manos que ni el mismo Víctor Hugo lo conociera, ni el Seminario de Nobles tampoco.
La primera aplicación que mi sobrino creyó deber hacer de adquisición tan importante, fue a su propia física persona, esmerándose en poetizarla por medio del romanticismo aplicado al tocador.

Porque (decía él) la fachada de un romántico debe ser gótica, ojiva, piramidal y emblemática.
Para ello comenzó a revolver cuadros y libros viejos, y a estudiar los trajes del tiempo de las Cruzadas; y cuando en un códice roñoso y amarillento acertaba a encontrar un monigote formando alguna letra inicial de capítulo, o rasguñado al margen por infantil e inexperta mano, daba por bien empleado su desvelo, y luego poníase a formular en su persona aquel trasunto de la Edad Media.

Por resultado de estos experimentos llegó muy luego a ser considerado como la estampa más romántica de todo Madrid, y a servir de modelo a todos los jóvenes aspirantes a esta nueva, no sé si diga ciencia o arte. Sea dicho en verdad; pero si yo hubiese mirado el negocio sólo por el lado económico, poco o nada podía pesarme de ello: porque mi sobrino, procediendo a simplificar su traje, llegó a alcanzar tal rigor ascético, que un ermitaño daría más que hacer a los Utrillas y Rougets. Por de pronto eliminó el frac, por considerarlo del tiempo de la decadencia, y aunque no del todo conforme con la levita, hubo de transigir con ella, como más análoga a la sensibilidad de la expresión. Luego suprimió el chaleco, por redundante; luego el cuello de la camisa, por inconexo; luego las cadenas y relojes; los botones y alfileres, por minuciosos y mecánicos; después los guantes, por embarazosos; luego las aguas de olor, los cepillos, el barniz de las botas, y las navajas de afeitar; y otros mil adminículos que los que no alcanzamos la perfección romántica creemos indispensables y de todo rigor.

Quedó, pues, reducido todo el atavío de su persona a un estrecho pantalón que designaba la musculatura pronunciada de aquellas piernas; una levitilla de menguada faldamenta, y abrochada tenazmente hasta la nuez de la garganta; un pañuelo negro descuidadamente anudado en torno de ésta, y un sombrero de misteriosa forma, fuertemente introducido hasta la ceja izquierda. Por bajo de él descolgábanse de entrambos lados de la cabeza dos guedejas de pelo negro y barnizado, que formando un bucle convexo, se introducían por bajo de las orejas, haciendo desaparecer éstas de la vista del espectador; las patillas, la barba y el bigote, formando una continuación de aquella espesura, daban con dificultad permiso para blanquear a dos mejillas lívidas, dos labios mortecinos, una afilada nariz, dos ojos grandes, negros y de mirar sombrío; una frente triangular y fatídica. Tal era la vera efigies de mi sobrino, y no hay que decir que tan uniforme tristura ofrecía no sé qué de siniestro e inanimado, de suerte que no pocas veces, cuando cruzado de brazos y la barba sumida en el pecho, se hallaba abismado en sus tétricas reflexiones, llegaba yo a dudar si era él mismo o sólo su traje colgado de una percha; y aconteciome más de una ocasión el ir a hablarle por la espalda, creyendo verle de frente, o darle una palmada en el pecho, juzgando dársela en el lomo. 

Si quieren leer el artículo completo, pueden hacerlo aquí: http://fenix.pntic.mec.es/recursos/lectores/clublectura/salalectura2.php?salalectura_id=149 

martes, 9 de junio de 2015

Muerte por corsé

A todos nos viene la imagen del corsé y enseguida la relacionamos con el siglo XIX y con esas cinturas tan apretadas que llegaron a tener las damas. Durante el Londres victoriano se hizo muy popular una revista llamada Police News que, mezclando texto con imágenes, narraba sucesos morbosos que habían sucedido recientemente como el de "La muerte por el nudo apretado" que a continuación traducimos para nuestros lectores:


Muerte por nudo apretado

Sería imposible realizar algo parecido a una estimación acertada de las miles de personas que han caído víctimas de la odiosa moda del nudo apretado. Una triste muestra de esta perniciosa práctica tuvo lugar en New Town el sábado por la noche. Dorothea, la hija mayor de  Don Vincent Posthelthwaite (un respetadísimo y rico mercader de New Town), murió de repente en un baile celebrado en la casa de su padre. Mientras bailaba con un joven caballero con el que estaba prometida, vio su compañero como se quedaba pálida y jadeaba espasmódicamente en busca de aire; Se tambaleó durante unos poco segundos y cayó. La impresión general fue que se había desmayado. Los restaurativos fueron aplicados sin producir el efecto esperado. Un doctor fue enviado, quien tras examinar a la paciente, afirmó la muerte de la desdichada dama.

La consternación de la familia y de los invitados puede imaginarse con facilidad, la cual no mejoró ni por asomo cuando el señor médico declaró que Miss Posthelthwaite no había muerto sino por un nudo apretado. La actividad del corazón había sido impedida, la emoción y el esfuerzo, bajo las circunstancias, un esfuerzo excesivo para el organismo y por tanto muerte súbita.

Nuestro artista nos ha provisto de una imagen que siendo suficientemente explícita por sí misma, no necesita comentarios. Muchos de nuestros buenos lectores no tendrán pérdida descifrando su significado y harán bien teniendo cuidado en lo sucesivo.  



lunes, 1 de junio de 2015

Rumbo a Almendralejo.

     Ya estamos preparando los baúles y tenemos reservada la diligencia,  para poner rumbo a la "X Ruta Literaria del Romanticismo" que se celebra en Almendralejo (Badajoz) el próximo fin de semana.

     Un nutrido grupo de Anacrónicos asistirá al evento, que se ha convertido en  la gran reunión anual del foro.


     Almendralejo celebra por décima ocasión su "Ruta Literaria del Romanticismo" afianzando el evento como un punto de encuentro de todos los románticos y amantes de la recreación histórica.

    Cuna de Carolina Coronado y José de Espronceda,  el pueblo entero se vuelca en el evento y viaja atrás en el tiempo para homenajear a tan ilustres hijos.

     Los principales lugares donde se llevan a cabo las actividades son:
     Los Jardines de Santa Clara, cuyos terrenos pertenecieron en su día al Convento Franciscano de San Antonio.
     El Palacio de Monsalud, antigua residencia de los marqueses de Monsalud; doElnde nació José de Espronceda en 1808
     El Parque Carolina coronado, o Parque de El Espolón
     Y el Parque de la Piedad.

     El programa es muy extenso, e incluye dramatizaciones, conciertos, lecturas poéticas, un gran baile romántico y una noche de ánimas. Pero quizás lo más llamativo es el desfile que protagonizan vecinos y visitantes ataviados con ropas de la época que nos trasladan directamente a tiempos pasados.

     Si buscáis un plan diferente para el fin de semana acercaros a este bello lugar. Seguro que nos encontramos por sus calles. No dudéis en saludarnos.