domingo, 29 de junio de 2014

El grog, una bebida veraniega de marineros decimonónicos

Nada mejor para combatir el calor que un buen bebedizo veraniego tan usado en el siglo XIX y que aún hoy disfrutan viejos oficiales de la Royal Navy. La receta surgió fruto de la necesidad y la observación en el siglo XVIII, gracias al almirante inglés Edward Vernon llamado bajo cubierta "Old Grog" por vestir siempre con una capa impermeable de grogham. En 1740 Vernon obligó a su tripulación a que el ron que bebían sus hombres fuese rebajado con agua bajo para evitar las borracheras que mermaban la atención y vigía de los marineros en alta mar. A cambio de rebajarles la dosis de alcohol, los marineros gozarían de dos raciones al día.
 
Para mejorar el sabor de la bebida se añadió azúcar y lima, dando origen al grog actual, llamado así en honor del almirante.

El grog era muy apreciado en las travesías por barco en los siglos XVIII y XIX. El zumo de cítricos aporta vitaminas, la miel da energía y agrada al paladar, el ron desinfecta y la sal aporta minerales (de hecho en alta mar se mezclaba a partes más o menos iguales según las necesidades agua dulce con agua de mar). Aleja el escorbuto, aplaca el espíritu, remineraliza, refresca y agrada el paladar. ¡Todo en un solo trago!


Como anécdota os contamos que el adjetivo de estar "grogui" viene precisamente del estado ebrio en el que quedaban los que abusaban del grog. 
 
Receta:

En un vaso de pinta se mezcla el zumo y algo de pulpa de dos naranjas y un limón, dos cucharadas de miel o azúcar moreno, dos dedos y medio de ron tostado, una pizca de sal y se rellena el resto con agua.
 
Hay que removerlo antes de disfrutar de él. No encontrareis nada mejor para acompañar una agradable singladura. Probadlo. No os defraudará.

domingo, 15 de junio de 2014

Mariano Fortuny y Madrazo

Inventor, pintor, grabador, fotógrafo y diseñador de moda, Mariano Fortuny y Madrazo fue el Leonardo Da Vinci español.
 
 
Durante mucho tiempo fue un genio olvidado en nuestro país y de hecho, después de su muerte, el Gobierno español rechazó el ofrecimiento de su viuda de donarle el Palacio Orfei de Venecia, residencia y estudio del artista. Tras la negativa, Italia aceptó encantada el preciado regalo el cual, hoy en día, sigue abierto al público.
 
Mariano Fortuny y Madrazo nació en Granada el 11 de mayo de 1871 en el seno de una familia de artistas, tanto por parte de madre (una Madrazo) como de padre, pintor con una carrera exitosa frustrada por una temprana muerte.
 
El joven Mariano sólo pudo compartir con su padre los primeros tres años de vida con su progenitor, pero su influencia marcó su trayectoria, pues heredó su amor por la pintura, los viajes, el coleccionismo de objetos curiosos, el orientalismo, los tejidos y la tecnología.
 
El estallido de la III guerra carlista en 1872 hizo que la familia se trasladara a Roma primero, a París más tarde y finalmente se estableciera en Venecia donde el joven artista encontró el ambiente ideal para dar rienda suelta a su vocación artística y científica.
 
 
En 1897 Mariano viajó a París conociendo a quien sería su esposa, Henriette Negrín, una burguesa divorciada que no agradó a la familia del artista.
 
Como inventor patentó un nuevo sistema de iluminación escénica y varias escenografías que mejoraban la puesta en escena pero nuestro artículo se basa sobre todo en el campo de las telas y tejidos donde experimentó revolucionando la industria de la moda.
 
Para algunos ballets había creado largos velos de seda estampada con los que se conformaba una especie de toga, conocidos como Knossos y que fueron un auténtico éxito entre las bailarinas como Isidora Duncan. Sin embargo, para conseguir su pleno sentido, los Knossos debían ser lucidos con el vestuario adecuado. Fue así como Fortuny creó el vestido Delphos en 1907 que, con los años, se convertiría en su seña de identidad. Su nombre procede de las pallas usadas en el mundo greco- latino como la del Auriga de Delphos.   
 
 
El Delphos era una especie de túnica de satén de seda plisada que revolucionó la encorsetada moda femenina de la época. Su estructura lo hacía apropiado para viajar, ya que ocupaba poco espacio (se guardaba enroscado) y no necesitaba plancha.
 
Fortuny quiso comercializar personalmente sus tejidos y vestidos, situándose fuera de los canales normales de la moda. Al principio, una parte importante del éxito de sus diseños se debió al pequeño grupo de admiradores que tenía, bastante influyente pero cuando en 1911 sus modelos se expusieron en el Louvre, su fama ya se consolidó. Un año después abrió tienda en París y Londres.
 
 
Al principio y por el código de la alta sociedad de la época (recordemos que es el momento el que la mujer intenta desprenderse del corsé pero estaba muy asociado al movimiento sufragista) el vestido Delphos que se lucía sin corsé, estaba destinado a la intimidad del hogar, como vestido de té, para recibir a los invitados por las tardes o para representaciones teatrales. Precisamente fueron artistas como Isadora Duncan o la Pavlova, las primeras que comenzaron a utilizarlos para salir a la calle, aunque su uso no se generalizó hasta los años 20 en el que artistas de Hollywood como Ethel Barrymore o Lilian Gish comenzaron a lucirlos fuera y dentro de la pantalla.
 
 
La década de los 30 fue complicada para el artista debido a la gran depresión que afectó tanto a Europa como a Norteamérica pero la ayuda de Elsie McNeill, una decoradora de interiores estadounidense que lo convenció para vender sus productos en Estados Unidos, fue crucial. Tuvo clientas exclusivas y su mercado se convirtió en el más importante para Fortuny.
 
En 1948 la salud del artista comenzó a resentirse: padecía un cáncer intestinal que acabó con su vida el 2 de mayo de 1949. Sin embargo, su legado sigue vivo en diseñadores actuales y sus modelos son símbolo de elegancia y de clasicismo greco- latino.
 
Texto: Matilde Molinero en "Mujer de hoy". Octubre 2013.  Texto íntegro aqui

jueves, 5 de junio de 2014

Mary Ann Cotton, la primera asesina en serie de Inglaterra

La literatura, el cine y la prensa están repletos de referencias a Jack el Destripador, un personaje que llenó de terror las calles de Londres en 1888; pero, décadas antes, hubo otra persona que cometió 21 asesinatos, convirtiéndose en la primera asesina en serie de Inglaterra.
 
Su nombre era Mary Ann Robson (aunque cambió su apellido por el de Cotton tras su cuarto matrimonio) y su carrera como asesina en serie estuvo activa entre 1852 y 1872, siendo este último año cuando fue descubierta, juzgada y ejecutada un año después. En total, acabó con la vida de sus 11 hijos, 3 maridos, 1 amante, su propia madre, su cuñada y 4 hijastros.
 
 
Mary Ann nació en 1832 en el seno de una familia humilde que se dedicaba a la minería, profesión que también tuvo William Mowbray, el hombre con el que se casó en 1852 y con el que tuvo ocho hijos. A lo largo de los siguientes 13 años, siete de los pequeños murieron junto al esposo y la explicación dada de las muertes fueron unas fiebres intestinales, muy de moda por aquel entonces y principal causa de mortalidad entre la población. En realidad, las víctimas de esta cruel mujer eran envenenadas con arsénico que les suministraba en la comida.
 
En 1865, tras enviudar y cobrar el seguro que le reportó 35 libras esterlinas (la mitad del salario de todo un año), Mary Ann se trasladó de ciudad junto a su única hija viva. Ese mismo año conoció a George Ward, con el que se casó al poco tiempo, pero el señor Ward no duraría mucho tiempo con vida y una fiebre intestinal la dejaría viuda por segunda vez. Era el mes de octubre de 1866 y por aquel entonces contaba con 33 años.
 
 
Tan solo un mes después comenzó a trabajar como ama de llaves de James Robinson, un carpintero local que había enviudado recientemente y necesitaba ayuda para llevar su casa y criar a su hijo recién nacido. Pero el pequeño apenas duraría con vida un mes más, tiempo que tardó Mary Ann en seducir al Sr. Robinson y quedarse embarazada de él. En ese periodo, la pequeña y única superviviente de todos sus vástagos murió con 3 años y medio. Igual suerte sufrió el hijo mayor de Robinson, con el que se casó en 1867, unos meses después de viajar Mary Ann a visitar a su madre y que esta falleciera también por la famosa "fiebre intestinal". Asimismo, la pequeña nacida del matrimonio con el carpintero corrió la misma suerte que sus hermanos.
 
Un año después, James Robinson comenzó a sospechar algo extraño de su mujer, pero no era por las muertes que se iban sucediendo alrededor de ella, sino por una cantidad de dinero que a él le faltó. Repudió a su esposa y la echó de su casa, teniendo que vivir en la calle. Fue entonces cuando conoció a Margaret Cotton, quien le presentó a su hermano Frederick, un viudo padre de dos hijos que necesitaba la ayuda y compañía de una mujer. Al poco tiempo de instalarse en el hogar de los Cotton, la cuñada murió (casualmente también de fiebre intestinal) y Mary se hizo cargo de la familia, casándose de nuevo en 1870, aunque, como no estaba divorciada legamente, lo hizo cometiendo bigamia. Un año después nació el que sería el 11º hijo parido por Mary Ann Cotton, que había adquirido el apellido de su último esposo y que fallecería pocos meses después que el pequeño.
 
Por esas fechas, la mujer había reiniciado una relación con Joseph Nattrass, un amante al que había conocido en sus tiempos de juventud. Mientras vivía con su nuevo compañero sentimental, Frederick Jr. y Charles, los dos hijos de su recientemente fallecido cuarto marido, murieron también. Mary Ann comenzó a trabajar como enfermera en un hospital y allí conoció a un enfermo convaleciente de viruela que se convertiría en su nuevo amante y quedaría embarazada por undécima vez.
 
 
Sus dos amantes fallecerían también, justo en el mismo tiempo en el que fue descubierta toda su truculenta vida llena de asesinatos y envenenamientos.
 
Mary Ann Cotton ingresó embarazada en prisión y allí parió a Margaret, la que fue su hija número 12 y única que corrió la suerte de poder sobrevivir. Tras un rápido juicio en el que quedaron demostrados los cargos de asesinato de 21 personas, el jurado la condenó a morir en la horca. La pena fue ejecutada en la cárcel del condado de Durham el 24 de marzo de 1873.
 
 
Por un error o torpeza del verdugo (así cuentan las crónicas de entonces) la ejecución fue lenta, sufriendo Mary Ann Cotton, la primera asesina en serie de la historia de Inglaterra, una larga y dolorosa agonía antes de morir.
 
Artículo escrito por Alfred López. Fuentes de consulta: dailymail / maryanncotton