Tres anacrónicas decidieron vestir sus crinolinas y visitar a los difuntos enterrados en el cementerio de San Isidro en Madrid, el camposanto más antiguo de la capital.
Este año se cumple el Bicentenario de su inauguración puesto que en el mes de Julio del año 1811 se realizó el primer enterramiento, y en verdad que durante esa mañana, la necrópolis volvió a alcanzar el esplendor con el que se había proyectado dando cobijo a estas criaturas dickensianas que deseaban rendir su más sentido homenaje a los hombres ilustres que yacían bajo sus pies.
Este cementerio histórico fue construido sobre el llamado Cerro de las Ánimas a espaldas de la Ermita de San Isidro Labrador, según el proyecto de un arquitecto de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y ampliado en sucesivas ocasiones, distribuyéndose en varios patios sus cerca de 120.000 m².
Durante el siglo XIX se convirtió en el cementerio de calidad de Madrid, siendo el preferido por la aristocracia, los políticos, los grandes burgueses y los artistas, lo que nos ha legado, entre sus siete patios, un conjunto de panteones de gran calidad arquitectónica y artística.
En la sacramental se pueden encontrar las sepulturas del médico personal de Fernando VII, del director de la Fábrica de Cerámica del Buen Retiro, Campomanes y la familia Madrazo. Otros nombres ilustres que también descansan en este cementerio declarado Conjunto Histórico son Leandro Fernández de Moratín, Mesonero Romanos, Antonio Maura, Canalejas y Montes de Oca.
Un verdadero día de difuntos de 1856.
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