Entre la estación de Atocha y el parque del Retiro de Madrid, se encuentra el Museo Antropológico Nacional. De él, quizá lo que más atraiga sea la figura de un gran hombre: el gigante Agustín Luengo Capilla. Como si fuese uno de aquellos antiguos "gabinetes de curiosidades" se encuentra expuesta la momia de este grandullón del siglo XIX, cuyo cuerpo compró el doctor Velasco, médico y creador de este museo de antropología, inaugurado el 29 de abril de 1875 por el rey Alfonso XII.
Antes de pasar a hablar del gigante, permitidme que os hable antes del doctor. Pedro González Velasco fue un médico que soñó con dominar la materia viva (algo así como un doctor Frankenstein español). Cuenta la historia que el médico perdió a su hija Conchita con 15 años de edad de tifus, a consecuencia de un tratamiento suministrado por su propio padre que deribó que la paciente sucumbiera a a enfermedad. La leyenda se mezcla añadiendo que el fantasma de la niña persiguió al padre durante mucho tiempo, pues le culpaba de su muerte. Se dice que el doctor llegó a convivir con el cadáver embalsamado o momificado de su hija, vestido con traje de novia, despertando así todo tipo de leyendas en Madrid.
Regresando al gigante, Agustín nació en Puebla de Alcocer, Badajoz, en 1849 y llegó a medir 2,35 metros de altura. Su familia era muy humilde y como todos los hijos tenían que ayudar a los padres, a los 12 años se puso a trabajar en un circo como atracción gigantesca, exhibiendo sus grandes manos de 40 cm de largo, capaces de ocultar un pan de 1 kg. Fue en una de esas giras circenses donde lo conoció Alfonso XII, quién le regaló un par de botas del número 52.
Gracias a su popularidad, su enorme altura llegó a oídos del Doctor Velasco, quien se puso en contacto con él para comercializar con su cuerpo. De la entrevista entre gigante y médico nació una curiosa propuesta: el creador del museo antropológico le pagaba 2,50 pesetas diarias a cambio de que, cuando muriera, su cadáver fuese a parar a su institución para ser expuesto. Agustín aceptó la propuesta que se le había hecho y empezó en ese momento a disfrutar de la vida en Madrid y de todos aquellos ambientes que no había conocido con anterioridad.
No obstante, esta vida no le duró mucho. Murió a los 26 años de tuberculosos ósea, en 1875. Para saber más, recomendamos el libro de Luis C. Folgado Torres titulado "El hombre que compraba gigantes".
¡Un saludo gigantesco! :)
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