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domingo, 15 de junio de 2014

Mariano Fortuny y Madrazo

Inventor, pintor, grabador, fotógrafo y diseñador de moda, Mariano Fortuny y Madrazo fue el Leonardo Da Vinci español.
 
 
Durante mucho tiempo fue un genio olvidado en nuestro país y de hecho, después de su muerte, el Gobierno español rechazó el ofrecimiento de su viuda de donarle el Palacio Orfei de Venecia, residencia y estudio del artista. Tras la negativa, Italia aceptó encantada el preciado regalo el cual, hoy en día, sigue abierto al público.
 
Mariano Fortuny y Madrazo nació en Granada el 11 de mayo de 1871 en el seno de una familia de artistas, tanto por parte de madre (una Madrazo) como de padre, pintor con una carrera exitosa frustrada por una temprana muerte.
 
El joven Mariano sólo pudo compartir con su padre los primeros tres años de vida con su progenitor, pero su influencia marcó su trayectoria, pues heredó su amor por la pintura, los viajes, el coleccionismo de objetos curiosos, el orientalismo, los tejidos y la tecnología.
 
El estallido de la III guerra carlista en 1872 hizo que la familia se trasladara a Roma primero, a París más tarde y finalmente se estableciera en Venecia donde el joven artista encontró el ambiente ideal para dar rienda suelta a su vocación artística y científica.
 
 
En 1897 Mariano viajó a París conociendo a quien sería su esposa, Henriette Negrín, una burguesa divorciada que no agradó a la familia del artista.
 
Como inventor patentó un nuevo sistema de iluminación escénica y varias escenografías que mejoraban la puesta en escena pero nuestro artículo se basa sobre todo en el campo de las telas y tejidos donde experimentó revolucionando la industria de la moda.
 
Para algunos ballets había creado largos velos de seda estampada con los que se conformaba una especie de toga, conocidos como Knossos y que fueron un auténtico éxito entre las bailarinas como Isidora Duncan. Sin embargo, para conseguir su pleno sentido, los Knossos debían ser lucidos con el vestuario adecuado. Fue así como Fortuny creó el vestido Delphos en 1907 que, con los años, se convertiría en su seña de identidad. Su nombre procede de las pallas usadas en el mundo greco- latino como la del Auriga de Delphos.   
 
 
El Delphos era una especie de túnica de satén de seda plisada que revolucionó la encorsetada moda femenina de la época. Su estructura lo hacía apropiado para viajar, ya que ocupaba poco espacio (se guardaba enroscado) y no necesitaba plancha.
 
Fortuny quiso comercializar personalmente sus tejidos y vestidos, situándose fuera de los canales normales de la moda. Al principio, una parte importante del éxito de sus diseños se debió al pequeño grupo de admiradores que tenía, bastante influyente pero cuando en 1911 sus modelos se expusieron en el Louvre, su fama ya se consolidó. Un año después abrió tienda en París y Londres.
 
 
Al principio y por el código de la alta sociedad de la época (recordemos que es el momento el que la mujer intenta desprenderse del corsé pero estaba muy asociado al movimiento sufragista) el vestido Delphos que se lucía sin corsé, estaba destinado a la intimidad del hogar, como vestido de té, para recibir a los invitados por las tardes o para representaciones teatrales. Precisamente fueron artistas como Isadora Duncan o la Pavlova, las primeras que comenzaron a utilizarlos para salir a la calle, aunque su uso no se generalizó hasta los años 20 en el que artistas de Hollywood como Ethel Barrymore o Lilian Gish comenzaron a lucirlos fuera y dentro de la pantalla.
 
 
La década de los 30 fue complicada para el artista debido a la gran depresión que afectó tanto a Europa como a Norteamérica pero la ayuda de Elsie McNeill, una decoradora de interiores estadounidense que lo convenció para vender sus productos en Estados Unidos, fue crucial. Tuvo clientas exclusivas y su mercado se convirtió en el más importante para Fortuny.
 
En 1948 la salud del artista comenzó a resentirse: padecía un cáncer intestinal que acabó con su vida el 2 de mayo de 1949. Sin embargo, su legado sigue vivo en diseñadores actuales y sus modelos son símbolo de elegancia y de clasicismo greco- latino.
 
Texto: Matilde Molinero en "Mujer de hoy". Octubre 2013.  Texto íntegro aqui

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