En el siglo XIX, uno de los principales intereses que tenían las damas y los caballeros era la lectura. Los victorianos mayoritariamente leían libros (las damas eran grandes consumidoras de novelas) y periódicos (lectura reservada solo a los caballeros, cuyos mayordomos se los planchaban para que se secara la tinta que seguía manchando). The Times, que se comenzó a publicar en 1785, era el periódico de mayor tirada y referencia a pesar de que era caro y sólo tenían acceso a él las clases altas. Los impuestos a los que estaban sujetos los periódicos los convertían en publicaciones que, por su precio, no estaban al alcance de todos. La supresión de la tasa hizo que los periódicos se abaratasen y aparecieran nuevas publicaciones como The Daily Telegraph o el más sensacionalista Daily Mail.
Otra literatura que se consumió con asiduidad en los hogares victorianos fueron las revistas de moda (que las señoritas y sus madres seguían muy de cerca para conocer los últimos modelos que llegaban sobre todo de París), guías de viajes y revistas sensacionalistas (llamadas “penny dreadfuls”, yq ue eran historias populares que tenían gran éxito entre la sociedad).
Con la llegada del ferrocarril se hizo posible una distribución del material de lectura por todo el país con rapidez. Los kioskos propiedad de H.W. Smith, situados en las estaciones, proporcionaban a los lectores las últimas ediciones de las publicaciones más esperadas.
Si la locomotora proporcionó rapidez en el reparto de periódicos y folletines, el gobierno de la reina Victoria se esforzó en acercar la educación a todas las clases sociales y no sólo a las más acomodadas. Las reformas didácticas llegaron a los menos favorecidos y permitían que niños y adolescentes que trabajaban de sol a sol pudieran luego ir regularmente a una escuela a aprender a leer, escribir y a hacer cuentas. A partir de aproximadamente 1850 aparecieron las publicaciones específicas para niños en forma de novelas o comics. Para los adultos se organizaban clases y reuniones para enseñarles lectura y escritura.
Con el fin de que las clases obreras accedieran a más cultura, las bibliotecas (cuyos horarios de apertura coincidían con sus horarios de trabajo por lo que les resultaba imposible visitarlas) incrementaron su horario de apertura y cierre y sus salas se llenaron de personas ávidas por aprender y leer.
Una moda que revolucionó la literatura decimonónica fue el sistema de la novela por entregas, esto es, que autores populares (de la talla de Charles Dickens por ejemplo) editaban sus obras publicando capítulos mensuales o semanales en revistas que eran esperadas con ansiedad por lectores. El final de cada episodio finalizaba con un giro inesperado o sorpresa con la intención de tener lectores adictos a su lectura.
En un mundo eminentemente masculino, algunas novelistas lograron publicar sus obras bajo pseudónimo varonil, como fue el caso de las hermanas Brönte o Mary Anne Evans (a la que todos conocemos como George Eliot) o bien animadas por sus maridos, como Elizabeth Gaskell. Sus novelas convivieron con las de Wilkie Collins y posteriormente con otros genios de la literatura inglesa victoriana como el realista Thomas Hardy, el padre de Sherlock Holmes Sir Arthur Conan Doyle, Robert L. Stevenson o Lewis Carroll.
Sin duda, las artes en la era victoriana nos han dejado un legado tan colosal que sigue vigente y actual hasta nuestros días.
Aunque reconozco que no soy muy amante de la literatura inglesa, reconozco que este período fue una época dorada. El solo nombre de los autores que has citado en la entrada, ya evoca aquella época de forma sin igual.
ResponderEliminar¡Un abrazo!
¡Y muchos más autores que nos han faltado por citar!. La literatura victoriana, igual que en pintura, escultura o avances tecnológicos y progresos sociales evolucionó mucho y se impuso a la cabeza de Europa. La moda en todos los aspectos la marcaba Inglaterra mientras Victoria hacía de su reinado el más longevo y el más admirado por el resto de potencias.
ResponderEliminarAunque no te guste mucho la literatura inglesa, te invitamos a leer algo de ella. ¡Lo mismo cambias de parecer!. La Editorial de Época precisamente está rescatando muchos títulos decimonónicos para que tengamos de nuevo a nuestro alcance la posibilidad de traernos al siglo XXI el XIX.
¡Un abrazo, compañero!