Hasta comienzos del siglo XIX, el hombre consumía lo que la tierra le suministraba, en el lugar y la época precisa.
Durante la era victoriana tuvieron lugar importantes cambios demográficos sobre todo en las grandes ciudades. Fue entonces cuando aparecieron nuevas técnicas en el procesamiento de los alimentos.
Dos de los alimentos de mayor consumo entre la población que eran el pan y la leche, sufrieron importantes adulteraciones produciendo graves enfermedades e incluso la muerte, sobre todo en la población infantil.
El pan más apreciado por entonces era el blanco, considerado como privativo de las clases adineradas. Esto llevó a los comerciantes sin escrúpulos a adulterar las harinas, mezclando las de baja calidad y más oscuras con tiza o yeso. Para blanquearlas utilizaban alumbre (sulfato de potasio y aluminio) o sulfato de zinc. Los efectos sobre el organismo solían ser diarreas, gastritis crónicas y malnutrición, siendo los niños los más afectados.
En 1868 apareció en Inglaterra la primera legislación sobre seguridad alimentaria, pero las medidas para los infractores no eran duras y por tanto carecían de efectividad. Además hay que tener en cuenta que la falta de técnicas capaces de detectar la adulteración permitía que tales prácticas pasaran inadvertidas con el consiguiente riesgo para la salud.
Aparte del fraude evidente, otras veces era la ignorancia la causa de múltiples enfermedades alimentarias. Una persona que contribuyó a propagar errores de consecuencias letales fue Mrs.Beeton, que en su libro de 1888 titulado "Book of household management" recomendaba ardientemente el uso de bórax (compuesto de boro) para "purificar la leche". Es cierto que este compuesto añadido a la leche agria conseguía eliminar el olor y mejoraba su sabor, pero lo que Mrs. Beeton desconocía es que la ingesta de cinco gramos de bórax añadido a la leche podía ser mortal para un niño. Aparte de su toxicidad, el bórax no eliminaba las bacterias y por causa de las mismas se podían contraer enfermedades como la brucelosis (caracterizada por fiebres altas y cambios bruscos de tempertura) y la tuberculosis bovina que es una clase de tuberculosis no pulmonar que causa daño en los huesos, atrofia, deformación masiva de la columna vertebral y si llega a oprimir la médula puede producir parálisis e incluso la muerte.
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