En 1893 el juez
austriaco Hans Gross publicó Manual del Juez como Sistema de
Criminalística, un libro que contenía todos los conocimientos científicos y
técnicos que se aplicaban entonces a la investigación criminal. En él, definía
la Criminalística como el conjunto de conocimientos y técnicas para el análisis
sistemático de las huellas dejadas por el culpable. Fue precisamente a raíz de
la publicación de este libro cuando se comenzó a usar el término
«Criminalística», aunque a lo largo del siglo XIX tuvieron lugar muchos
episodios decisivos para el desarrollo de esta disciplina. Veamos algunos.
Si hay un personaje
crucial en la historia de la investigación criminal del siglo XIX ese
es François Eugène Vidocq. En 1809 el más famoso delincuente francés
de su época, Vidocq, decide cambiar de bando y ofrece sus servicios como
informador a la policía. Poco tiempo después se convierte en el primer director
de la Sûreté Nationale. Son incontables los avances en investigación
policial que se asocian al nombre de Vidocq.
De él surge la idea de crear el primer cuerpo de policías de paisano de Francia, la mayoría de ellos exconvictos, quienes se infiltraban entre los criminales más peligrosos después de haber sido entrenados en técnicas de memorización del rostro. El mismo Vidocq lo hacía, a pesar de ser más que conocido en los bajos fondos, gracias a su legendaria habilidad para el disfraz. A él se le atribuye la iniciativa de abrir expedientes con las pesquisas de los casos, así como la elaboración de uno de los archivos de delincuentes más exhaustivos del siglo (sus fichas contenían la descripción física, los apodos, las condenas, los modos de actuación y hasta, en algún caso, registros caligráficos). Vidocq hizo hincapié en que los hombres a su cargo no se limitaran a actuar después de cometido un delito, sino que incluso trataran de evitarlos, por lo cual dio mucha importancia al desarrollo de técnicas de vigilancia de sospechosos. Durante los años que estuvo al frente de la Sûreté Nationale sus resultados fueron espectaculares, y si bien estamos en una época en la que la contribución de la ciencia al campo de la investigación es aún escasa, Vidocq puede considerarse como el primer impulsor de la Criminalística tal como la entendemos hoy en día, por la gran importancia que dio a la observación minuciosa del escenario de un crimen y a la cuidadosa recogida y custodia de los hallazgos encontrados.
De él surge la idea de crear el primer cuerpo de policías de paisano de Francia, la mayoría de ellos exconvictos, quienes se infiltraban entre los criminales más peligrosos después de haber sido entrenados en técnicas de memorización del rostro. El mismo Vidocq lo hacía, a pesar de ser más que conocido en los bajos fondos, gracias a su legendaria habilidad para el disfraz. A él se le atribuye la iniciativa de abrir expedientes con las pesquisas de los casos, así como la elaboración de uno de los archivos de delincuentes más exhaustivos del siglo (sus fichas contenían la descripción física, los apodos, las condenas, los modos de actuación y hasta, en algún caso, registros caligráficos). Vidocq hizo hincapié en que los hombres a su cargo no se limitaran a actuar después de cometido un delito, sino que incluso trataran de evitarlos, por lo cual dio mucha importancia al desarrollo de técnicas de vigilancia de sospechosos. Durante los años que estuvo al frente de la Sûreté Nationale sus resultados fueron espectaculares, y si bien estamos en una época en la que la contribución de la ciencia al campo de la investigación es aún escasa, Vidocq puede considerarse como el primer impulsor de la Criminalística tal como la entendemos hoy en día, por la gran importancia que dio a la observación minuciosa del escenario de un crimen y a la cuidadosa recogida y custodia de los hallazgos encontrados.
En el Manual del
Juez como Sistema de Criminalística, Gross consideraba imprescindible
que las pisadas halladas en el escenario de un crimen sean cubiertas con cajas
para evitar así que pudieran alterarse o incluso borrarse. Muchas décadas
antes Vidocq ya elaboraba moldes de yeso para recoger las huellas de
zapato dejadas en el lugar del crimen.
Habría que esperar hasta
muy avanzado el siglo para que las huellas dactilares fueran aceptadas por un
tribunal como prueba y gracias a ellas se pudiera condenar a una persona. Fue
en el año 1892 en Necochea (provincia de Buenos Aires, Argentina). Una mujer
acusada de haber asesinado a sus dos hijos fue condenada por las huellas que
dejaron sus dedos ensangrentados. El inspector al cargo de la investigación
había utilizado una nueva técnica (la de las impresiones digitales, como se
denominaban entonces), difundida en Argentina por Juan Vucetich, uno de
los padres de la Dactiloscopia, junto con el antropólogo inglés Francis
Galton, quien ese mismo año publicó Huellas dactilares, donde se describía
un novedoso sistema de clasificación de las huellas digitales.
Vidocq es considerado, una vez más, el pionero en la aplicación de los estudios de balística para el esclarecimiento de un crimen. En 1822, por sugerencia de Vidocq, se extrajo una bala del cadáver de una dama asesinada, presuntamente por su marido al conocer que ella le era infiel. Al comparar el proyectil extraído con la munición usada en las pistolas de duelo del marido, se descartó a éste y se pasó a sospechar del amante de la víctima, quien terminó por confesar el crimen.
Otra de las más
destacadas figuras de esta disciplina en el siglo XIX es Henry Goddard,
miembro del cuerpo de policía londinense de los Bow Street runners. En
1835, Goddard se percató de que la bala encontrada en el cuerpo de
una víctima tenía una peculiar protuberancia. Entonces era común que los
poseedores de armas fabricasen sus propios proyectiles con plomo fundido,
usando un molde, y precisamente eso fue lo que Goddard halló en la
casa del principal sospechoso, un molde con una hendidura que encajaba a la
perfección con la protuberancia de la bala. Con este molde, el perspicaz y
metódico policía fabricó otro proyectil, el cual, comparado con el que se
extrajo de la víctima, sirvió de evidencia e hizo que el asesino confesara,
constituyendo un hito en la historia de la balística.
En 1840, por primera vez
en la historia se dicta una condena de asesinato gracias al análisis
toxicológico de los restos exhumados de un cadáver, el de un ciudadano francés
apellidado Lafarge. La condenada fue Marie, su joven esposa, de quien desde un
principio se sospechó que había envenenado a su marido con arsénico. El insigne
médico que mediante el novedoso test de Marsh, demostró la presencia de
arsénico en los restos de la víctima fue un español, Mateo Orfila, una de las
figuras clave en la historia de la toxicología forense, aunque su dictamen en aquel
caso no estuvo exento de polémica. Marie, que siempre defendió su inocencia,
escribió sus memorias en prisión, desde donde se carteó con ilustres personajes
de la época, como Alejandro Dumas. En junio de 1852, enferma de tuberculosis,
fue puesta en libertad por gracia de Napoleón III, muriendo a los pocos meses.
Grabado de Marie Lafarge
Grabado de Marie Lafarge
Las más antiguas
fotografías de criminales que se conservan son cuatro daguerrotipos tomados en
Bruselas en 1843. En la segunda mitad del siglo se crean diversos ficheros
policiales de personas procesadas, para así poder identificar a los criminales
en caso de reincidencia al salir de prisión. Sin embargo, estos archivos
resultaron poco prácticos: lo habitual era que los delincuentes dieran nombres
falsos (los documentos de identificación carecían de imagen) y la búsqueda
manual de las fotografías en los ficheros era tan rudimentaria y farragosa que
no es extraño que, incluso en el caso de disponer de una fotografía previa del
sospechoso, ésta no se llegase a localizar.
En 1883 se identifica en
París al primer delincuente reincidente gracias al método de identificación
antropométrico diseñado por Alphonse Bertillon, el cual se basaba en la
medición de distintas partes del cuerpo, registradas en una ficha a la que se
adjuntaba una fotografía de frente y otra de perfil. Pese al éxito inicial, su
método se puso en entredicho tras encontrarse dos individuos cuyas medidas eran
iguales, y se abandonó, casi por completo, al extenderse la identificación por
huellas dactilares.
De Bertillon es
también un sistema para fotografiar la escena del crimen, en el cual se incluye
el empleo de un testigo métrico junto a los elementos fotografiados, y suya es
la recomendación de tomar las fotografías antes de que se produjera cualquier
manipulación del escenario del crimen.
La publicación del Manual
del Juez como sistema de Criminalística de Hans Gross marca un antes y
un después en la historia de la Criminalística, aunque el notable avance de la
investigación criminal en el siglo XIX no hubiese sido igual sin las
incontables aportaciones a este campo de Eugène-François Vidocq, quien de
manera voluntaria pasó de ser uno de los delincuentes más temidos de Francia al
policía más eficaz del siglo. Eficacísimo tanto en la resolución de casos como
en la prevención del delito, este policía francés, un adelantado para su
tiempo, puede ser considerado el padre, o al menos el abuelo, de la
Criminalística.
Fuente: Javier
Alonso García-Pozuelo, licenciado en medicina, docente, autor del blog “Cita en
la Glorieta” y escritor de “La cajita de rapé” (Maeva, 2017), novela policiaca
ambientada en el Madrid de 1861 en este
enlace.
quisiera comprar ese libro, es dificil conseguirlo?
ResponderEliminarDonde puedo conseguir ese libro ??
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