La absenta es un licor que identificamos con el último tercio del siglo XIX, con la época del post- victorianismo y sobre todo en Francia, desde donde se popularizó, con la Belle Époque y las postrimerías de 1800.
Bajo sus apodos “hada verde” o “diablo verde” por el color que adquiere, tiene un sabor ligeramente anisado. La composición principal se basa en el ajenjo, el hinojo y el anís, alcanzando un alto porcentaje de alcohol y por lo tanto, embriagando a aquel que la prueba. No es raro por ello que pintores y escritores bohemios la tomaran para alcanzar mayor originalidad en sus creaciones. El agua fría y el azúcar se solía recomendar para endulzar la bebida y rebajar su graduación, aunque muchos bebedores la consumían directamente, sin adictivos.

Los orígenes del licor verde son inciertos. Las primeras fuentes nos llevan a mediados del siglo XVIII, en el cual las hermanas del convento suizo de Couvet ya elaboraban un elixir compuesto de un destilado de varias hierbas de la zona. El Mayor Dubied adquirió la receta a las monjas y en 1797 abrió en Couvet, junto a sus hijos, la primera destilería de absenta, Dubied Père et Fils. Convertido en todo un elixir en Suiza, la fuerte demanda de la bebida alcohólica verde hizo que en 1805 abrieran una segunda destilería en la localidad francesa de Pontarlier, desde donde comenzó a tener un éxito sin precedentes y a llegar a todas las capitales de provincia, convirtiéndose París en la marca de esta bebida.

Paulativamente la Belle Epoque y sus artistas bohemios de absenta verde en buhardillas dejaron paso a las novedades medicionales y tecnológicas del siglo XX. Los artistas buscaron inspiración en otras fuentes y la Liga Anti-alcohólica de muchos países persiguió esta bebida llegándose a prohibir en algunos lugares. El hada verde que tan popular había sido en el último tercio del siglo XIX desapareció entre los automóviles y el estallido de la 1ª Guerra Mundial.
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