sábado, 28 de febrero de 2015

El furor del Japonismo en el siglo XIX

¿Quién no se ha sentido hipnotizado por lo desconocido y exótico? En el siglo XIX era poco lo que se conocía del gigante asiático y sobre todo, de Japón. Los comerciantes, aventureros y empresarios contaban maravillas del país nipón pero la sociedad demandaba conocer más y sobre todo, un acercamiento de aquellos productos que tanto le fascinaban.
 
Fue en la segunda mitad del siglo XIX, durante la era Kanei (1848 – 1854), cuando los barcos mercantes extranjeros comenzaron a llegar a Japón. Con la ayuda de los barcos de vapor, Occidente se abrió a toda una gama de productos provenientes de Japón. Hombres y mujeres se sentían maravillados por un arte desconocido hasta la fecha, siendo París sobre todo la receptora de todo un movimiento que se llamó "Japonismo". El concepto se acuñó en 1872 por Jules Claretie para referirse a la influencia de las artes niponas en las occidentales.


Al descubrimiento del arte y la artesanía japonesa ayudó mucho la Exposición Universal de Londres (1862), cuyo pabellón lleno de xilografías japonesas inspiró a muchos pintores victorianos y posteriormente impresionistas y modernistas, interesados todos por la falta de perspectiva, la asimetría, los colores planos y la irregularidad del arte japonés.
 
Después de la restauración Meiji en 1868, Japón acabó con un largo periodo de aislamiento nacional y se abrió a las importaciones de Occidente, incluyendo la fotografía y las técnicas de impresión. A la su vez, las láminas litográficas, la cerámica japonesa, seguidos con el paso del tiempo por tejidos japoneses, biombos, abanicos, bronces y otras artes llegaron a Europa y América y pronto ganaron popularidad. Pronto se puso de moda coleccionar arte japonés y no había casa noble que no se preciara de tener una pequeña "sala oriental" con demostraciones de lo que se había adquirido del país nipón.


Los coleccionistas franceses, escritores y críticos de arte realizaron muchos viajes a Japón en los años 1870 y 1890, lo que llevó a la publicación de artículos sobre estética japonesa y la creciente distribución de láminas niponas en Europa, especialmente en Francia, pues aunque Europa recibió la influencia en todos los medios artísticos, el japonismo influyó mayoritariamente en la ilustración. Los artistas japoneses que tuvieron gran influencia fueron, entre otros, Utamaro y Hokusai. La Exposición Universal de París de 1878 mostró muchas piezas de arte japonés, del mismo modo que la Exposición Internacional de Barcelona en 1888, donde el pabellón japonés fue motivo de admiración y en la que la influencia por lo oriental llegó también a la Península Ibérica.
 
 
Curiosamente, mientras el arte japonés se hacía popular en Europa, al mismo tiempo, la "occidentalización" llevó a una pérdida de calidad y autenticidad en Japón, lo que provocó que este arte que había causado tanto furor en el último tercio del siglo XIX ya no estuviera de moda con el cambio de la centuria.

2 comentarios:

El caballero Metabólico dijo...

Suele ocurrir muchas veces que lo que se pone de rabiosa moda, pasado el tiempo suele caer en la horterada y en el mejor de los casos, en el olvido. Los estilos decorativos exóticos suelen sucumbir a estos desmanes. Precisamente es ese exotismo lo que lleva a esa dualidad de admiración-repulsa. No obstante cualquier obra de arte o artesanía hecha con calidad, siempre conservará eso, la calidad de su manufactura.

¡Un cordial saludo!

Anacrónicos Recreación Histórica dijo...

No recuerdo quién dijo que "todo pasa, las modas más rápido que nada, salvo en el campo artístico". El japonismo fue bastante efímero como todo lo que aconteció en el siglo XIX, cuyos gustos cambiaban en decenios o incluso antes. Hoy en día comprobamos que la calidad de todo lo que se realizó siguiendo la estética oriental es exquisita y sobre todo, que con este resurgir por el país del Sol Naciente, resurgió una cultura tanto tiempo olvidada en Occidente.

¡Un besote!