domingo, 25 de septiembre de 2016

Evolución de la moda femenina en el siglo XIX

El siglo XIX es una época compleja en cuanto a moda se refiere, por los continuos cambios que la indumentaria sufre en comparación con los periodos anteriores. A continuación, os mostramos, a nivel genérico y de manera breve, un resumen de la moda femenina a lo largo de este siglo decimonónico.

Comenzamos en los albores de 1800 con un vestido que estaba en boga en Europa. Venía del traje Camisa de finales del siglo XVIII que tanto potenció María Antonieta y que tomó el nombre de vestido Imperio en Francia o vestido regencia en Inglaterra. Se trataba de un diseño sencillo, de colores claros para doncellas y más oscuros para damas casadas y realizados con telas muy ligeras y con caída como sedas, muselinas y algodones. El corte, en vez de llevarlo a la cintura como era lo habitual, se subió hasta cortarse a la altura de debajo del pecho, sin marcar caderas ni cintura y largo hasta los tobillos (hacia 1812 comenzó a acortarse hasta dejar ver los tobillos). En las adaptaciones cinematográficas de las novelas de Jane Austen o en "Guerra y Paz" podeis contemplar este tipo de trajes.


Las mangas cortas eran de tipo farol y las largas, ajustadas y rectas. Bajo el vestido se usaban ligeras enaguas de algodón y el corsé, que podía ser corto (sólo de pecho) o largo (hasta la cadera). En invierno, las damas utilizaban abrigos de lana fina aunque el modelo más utilizado fue la Spencer , una chaquetita de manga larga y de cintura corta. En otras ocasiones los vestidos se cubrían con chales o mantones.


El cabello (siempre recogido) se cubría con los llamados bonetes, un sombrero ancho que se ata bajo la barbilla.

Hacia 1820 este vestido Imperio comienza a mostrar una serie de cambios que se hacen más vistosos en los años 30: el talle se alarga de nuevo hasta la cintura, el largo del vestido se acorta hasta mostrar los tobillos. mangas de jamón y el traje se hace más recargado. El corsé vuelve a marcar la silueta de la dama y se ponen de moda los peinados jirafa. Es el llamado "vestido romántico" que se exportará desde Inglaterra con el entronamiento de la reina Victoria por toda Europa (en España coincidirá con el reinado regente de María Cristina, madre de Isabel II). Los colores, debido a la revolución industrial, son muy alegres y los escotes generosos.


El amplio vuelo de las faldas se conseguía con varias capas de enaguas. Como cada vez se necesitaban más capas de sayas para ahuecar la falda se inventó una jaula llamada miriñaque o crinolina (porque estaba confeccionada con las crines de los caballos) para soportar el volumen de una falda que hacia 1850 comenzó a hacerse cada vez más voluminosa, dando lugar al llamado traje de crinolina o miriñaque.
 





 
Se caracteriza porque el cuerpo se ciñe extremadamente a la cintura y vuelve a marcar la silueta del reloj de arena. El corsé se aprieta hasta ser una segunda piel mientras que de la cintura nace una falda con un vuelo exageradísimo que no estuvo exento de caricaturas y ridiculeces en prensa. Por lo general, en la década de 1840 y 1850 gustan los volantes mientras que en 1860 se simplifica y los volantes desaparecen.






Es el vestido con el que se identifica actualmente a la dama del siglo XIX y del periodo central de este siglo, coincidiendo con el esplendor del Imperio británico y de la era victoriana. Precisamente, debido a la actitud moralizante de la reina, que se exportó creando una serie de normas reguladoras del comportamiento que debía seguirse, los escotes de los trajes de paseo son elevados, la longitud del vestido tan largo que no deja ver si quiera el zapato y el negro se impuso como el color elegante que toda viuda debía llevar.

Hacia 1865 la crinolina comienza a abultarse en la zona trasera y a crear un abullonamiento que da lugar al estilo polisón. El cuerpo se ciñe cada vez más potenciando el busto, la cadera y haciendo una figura estilizada y muy alargada. Las sedas de diferentes colores (sobre todo el morado, que se puso muy de moda), los terciopelos, satenes y algodones o lanas fueron los materiales más demandados.


Los sombreros eran pequeños, de ala corta pero muy recargados en sus adornos, que incluían plumas.

Hacia 1880 el talle se hizo cada vez más ajustado creando el estilo princesa o Natural Form y en el que las damas apenas podían caminar debido a la estrechez del traje y a sus múltiples costuras que le impedían sentarse y respirar cómodamente.


Hacia 1890 finaliza el imperio del polisón y nace lo que se ha venido denominando "traje sastre" que anticipa el periodo eduardiano inglés (llamado así por el príncipe Eduardo, posteriormente rey a la muerte de su madre Victoria) o Belle Epoque. La mujer comienza a interesarse por los deportes: sale a pasear en bicicleta, juega al tenis, a darse baños de agua en el mar y a pasear con un traje de tres piezas: falda recta con más o menos vuelo pero sobre todo funcional, camisa de cuello alto y chaqueta. 


Cada vez más damas usan (ante el escándalo de una sociedad aún conservadora) los bloomers o pantalones bombachos.


No hay que olvidar la moda infantil, en la que los niños visten como los padres, siguiendo las mismas modas que los adultos en todas las épocas y tampoco podemos despedirnos sin hablar de que, junto a esta indumentaria, es requisito imprescindible hablar de los complementos más utilizados por las mujeres del siglo XIX. Ésos eran los bolsos pequeños (en el periodo Regencia llamados "ridículos" por su tamaño), las sombrillas para mantener un cutis lo más blanco posible y así distinguirse de las clases trabajadoras que estaban curtidas al sol y morenas, las joyas, abanicos, sombreros sujetos a menudo por agujas de pelo...
 
Para ampliar este breve resumen por la historia de la indumentaria femenina del siglo XIX os recomendamos las publicaciones del Museo del Traje, las del Museo del Romanticismo, así como algunas monografías como las de Pablo Pena, gran estudioso del tema.

2 comentarios:

Moria dijo...

¡Me encanta! Siempre he sentido predilección por estas cuestiones. La moda y los hábitos del día a día son una muestra muy importante de documentación cuando uno se asoma a otras épocas y este siglo siempre será precioso.

Siempre lo he visto como un imán con dos polos: la pobreza que asolaba a veces sin piedad numerosas ciudades pero por otro lado, la genialidad y la manera de vivir la cultura que había. He hecho Historia del Arte y la vestimenta me parece un lado fascinante de la cultura así que, ¡chapó con tu entrada!

¡Un saludo! Me quedo a curiosear el blog ~

Anacrónicos Recreación Histórica dijo...

Gracias por tu comentario, Moria. Nos encanta tu entusiasmo y eres más que bienvenida a curiosear nuestro blog y a aportar ideas o sugerencias.

La moda en realidad no deja de ser el reflejo de una época. Nos referimos, naturalmente, a la indumentaria que portan las clases elevadas, pues es a través de ella por donde nos asomamos a su evolución y a las influencias que ésta sufre.

Un saludo :)