domingo, 11 de noviembre de 2018

Concurso de postales de Navidad


Se aproxima la Navidad y queremos que todos participéis en ella de manera especial. Es por eso que os proponemos un sorteo muy especial:

El concurso: Consiste en enviarnos a anacronicos.recreacion.historica@gmail.com una postal de Navidad elaborada por vosotros. Se aceptan hasta un máximo de dos por persona y éstas pueden ser dibujadas, pintadas, recortadas, fotomontaje... pero tiene que tener como motivo principal la Navidad y un guiño al pasado. La tarjeta ganadora servirá para felicitar las fiestas a todos nuestros amigos a través de las redes sociales.

Quiénes pueden participar: Todos aquellos que:

- residan en territorio nacional (lo lamentamos por aquellos que nos seguís desde el extranjero pero la economía para el envío del regalo no es muy boyante),

- nos tengan agregados a su twitter, Facebook o Instagram, nos siguen en el blog o sean miembros del foro.

Fechas: Podeis enviarnos vuestras postales de Navidad hasta el 16 de Diciembre. Una vez transcurrido este periodo se valorarán las postales candidatas y se seleccionará un ganador poniéndose en contacto con él a través del correo electrónico proporcionado para enviarnos su postal.

El premio: Gracias a la generosidad de Editorial De Época sorteamos un volumen para la postal ganadora de "Crimen en la posada Arca de Noé" de Molly Thynne, una preciosa edición ilustrada de una de las maestras de la novela policiaca cuya obra, permanecía inédita en castellano.

¡Esperamos vuestras postales!

jueves, 17 de mayo de 2018

El veneno en el mundo infantil victoriano

La muerte ha acompañado a la vida, siendo su final. Los venenos, como caminos hacia las postrimerías, siempre han existido a lo largo de los siglos pero en el siglo XIX existían muchos objetos que los poseían sin que, con su manejo, se supiera que podían ser mortales. 

Uno de los mayores tóxicos se encontraban dentro del mundo infantil, nada más nacer, en los biberones. Dado que el uso de nodrizas estaba sólo destinado a la clase alta por su alto coste y que las trabajadoras de clase baja debían incorporarse tras el parto a las fábricas o al campo a seguir trabajando, el uso de biberones proliferó en una sociedad con una natalidad que en época victoriana alcanzó cotas altísimas. 


Estos biberones para la leche estaban fabricados de cristal, con una pajita de goma que no se pensaba que se debía de lavar pues hasta muy finales del siglo XIX, tanto el aseo personal como la higiene alimenticia escaseaba en todos los sectores. Muchos bebés murieron por no ser capaces de luchar contra las bacterias y microorganismos que albergaban estos dispositivos.

Si un bebé superaba esta intoxicación y no caía en los altos índices de mortalidad infantil, el segundo paso donde se encontraba inconscientemente el veneno era en las velas de arsénico que la gente compraba por su bajo coste y buen olor (en contraste con las de sebo que eran económicas pero de olor nauseabundo y las de abeja que eran extremadamente caras pero de agradable aroma). Michel Cheyreul, un científico francés encontró en 1810 la posibilidad de crear unas velas que oliesen bien y a su vez, todo el mundo pudiera costearse. Aunque en Francia se prohibió su comercialización, en Inglaterra gozaron de gran popularidad aunque contuvieran ese elemento químico extremadamente tóxico

viernes, 20 de abril de 2018

Grandes escándalos en la literatura española del siglo XIX

Que la literatura es ficción pero también realidad no es nada nuevo. Los escritores se han basado en su propia imaginación y en lo que han vivido y visto para desarrollar sus historias y el siglo XIX dio grandes escándalos en la literatura española. Estos episodios, enmascarados con más o menos realismo (hemos de recordar que la libertad de expresión es un derecho relativamente actual y que la censura vivía junto al tintero del periodista y del escritor), aseguraban la pervivencia de los personajes que conmocionaron a la sociedad. La novela permitía nombres y hechos “ficticios” en una realidad que los lectores de la época identificaban fácilmente, creando una sátira social, Grandes representantes de estos escándalos sociales fueron Flaubert por su Madame Bovary (1857), Baudelaire con Las flores del mal (1857) y sobre todo Émile Zola, padre del naturalismo francés, cuando publicó Nana (1880), protagonizada por una prostituta y poniendo por escrito todos los secretos de alcoba en una sociedad de lo más puritana y moralista.




En la España isabelina en la que la reina casó con su primo Francisco de Asís, de cuestionada masculinidad (su homosexualidad se dejaba entrever en La chula. Historia de muchos, 1870 de Fco. De Sales Mayo), se hablaba a voces de las aventuras de la joven monarca (se publicó la famosa Maía o la hija de un jornalero en 1845 de Wenceslao Ayguals de Izco). De manera velada y anónicamente se publicaron chistes, canciones y hasta acuarelas de Los Borbones en pelotas, atribuidas a los hermanos Bécquer.




Más allá de palacio, con la liberalización que supuso la Ley de Imprenta de 1883, comenzaron a publicarse sin pudor aquello que a la sociedad escandalizaba pero devoraba leer. “Hablemos del escándalo…” comenzaba diciendo Pardo Bazán en su ensayo sobre el movimiento literario liderado por Zola en 1882. El mayor alboroto de las letras españolas sin embargo vino con la publicación de La Prostituta (1884) de López Bago, volumen que se requisó nada más editarse aunque se podía conseguir clandestinamente. Al autor se le somete a diferentes juicios y cuando finalmente el tribunal le absuelve al declarar que “la inmoralidad existe como acto pero no es delito relatarla”, se suceden numerosas novelas que denuncian los abusos sexuales, la depravación de algunos sacerdotes o el liberalismo sexual entre nobles en los prostíbulos.

El último tercio del siglo XIX supuso la liberalización de los autores españoles para criticar y poner de manifiesto una sociedad hipócrita. “El escándalo” (1875) de Pedro Antonio de Alarcón o “Pequeñeces” de Coloma (1891) denuncian las depravaciones de la clase aristocrática y que entre líneas, los lectores pueden ver a condes o duquesas de la época (como Antonia Domínguez, esposa del general Serrano). “La mujer de todo el mundo” (1885), “Los maricones, novela de costumbres” (1885) y “Carne de nobles” (1887) sigue la misma estela.


Más jugoso entre los lectores de la época fue “¿Loco o delincuente”? (1890), novela que se centraba en un preso acusado de matar a su esposa y que estaba basado en un hecho real acontecido en 1888 en el que el marido, adúltero, mata a su esposa, también adúltera. No obstante, en esta novela no se pone en duda la cuestión moral de él, sino la de ella, que debe mantenerse fiel y leal al cónyuge, alzándose algunas voces como que el resultado (el asesinato) había sido justo por la actitud deshonrosa de la dama ante el marido. 

martes, 13 de marzo de 2018

La absenta en el siglo XIX

La absenta es un licor que identificamos con el último tercio del siglo XIX, con la época del post- victorianismo y sobre todo en Francia, desde donde se popularizó, con la Belle Époque y las postrimerías de 1800. 

Bajo sus apodos “hada verde” o “diablo verde” por el color que adquiere, tiene un sabor ligeramente anisado. La composición principal se basa en el ajenjo, el hinojo y el anís, alcanzando un alto porcentaje de alcohol y por lo tanto, embriagando a aquel que la prueba. No es raro por ello que pintores y escritores bohemios la tomaran para alcanzar mayor originalidad en sus creaciones. El agua fría y el azúcar se solía recomendar para endulzar la bebida y rebajar su graduación, aunque muchos bebedores la consumían directamente, sin adictivos.

Los orígenes del licor verde son inciertos. Las primeras fuentes nos llevan a mediados del siglo XVIII, en el cual las hermanas del convento suizo de Couvet ya elaboraban un elixir compuesto de un destilado de varias hierbas de la zona. El Mayor Dubied adquirió la receta a las monjas y en 1797 abrió en Couvet, junto a sus hijos, la primera destilería de absenta, Dubied Père et Fils. Convertido en todo un elixir en Suiza, la fuerte demanda de la bebida alcohólica verde hizo que en 1805 abrieran una segunda destilería en la localidad francesa de Pontarlier, desde donde comenzó a tener un éxito sin precedentes y a llegar a todas las capitales de provincia, convirtiéndose París en la marca de esta bebida. 

En la década de 1840 la bebida se ofrecía a los soldados franceses como antipirético medicinal para bajarles la fiebre, y en 1860 muchos cafés y bares parisinos la aconsejaban ya para tomarla a las 5 de la tarde, sustituyendo a la “hora del té” británico en la llamada “hora verde”. Lo cierto es que ya fuera como remedio saludable (se hablaba de que "resucitaba incluso a un muerto") o como bebida energética, fue en la década de 1870 cuando gracias al auge del cartelismo comenzó a alcanzar una publicidad impresionante y a anunciarse masivamente. Los dibujantes jugaron sobre todo con su color verde manzana y con la figura de una mujer sensual que ofrecía magia a quien la bebiera pues su alto contenido de alcohol proporcionaba embriaguez y en algunos casos, alucinaciones debido a su graduación.


Paulativamente la Belle Epoque y sus artistas bohemios de absenta verde en buhardillas dejaron paso a las novedades medicionales y tecnológicas del siglo XX. Los artistas buscaron inspiración en otras fuentes y la Liga Anti-alcohólica de muchos países persiguió esta bebida llegándose a prohibir en algunos lugares. El hada verde que tan popular había sido en el último tercio del siglo XIX desapareció entre los automóviles y el estallido de la 1ª Guerra Mundial.

jueves, 15 de febrero de 2018

Exposición: Sorolla y la moda




Del 13 de Febrero al 27 de mayo del 2018 el Museo Thyssen Bornemisza de Madrid organiza, en colaboración con el Museo Sorolla, una exposición dedicada a la influencia de la moda en la obra de Joaquín Sorolla que puede verse simultáneamente en ambas sedes. Comisariada por Eloy Martínez de la Pera, la muestra reune en torno a 70 pinturas procedentes de museos y colecciones privadas nacionales e internacionales y algunas de ellas incluso nunca expuestas públicamente, junto a una selección de complementos y vestidos de la época. 




Gran amante de la moda, Sorolla es el cronista perfecto de los cambios en las tendencias y estilo de la indumentaria de finales del siglo XIX y principios del XX. Sus obras reúnen un evocador catálogo de vestidos, joyas y complementos, realzados por su trazo suelto y vigoroso. La exposición prestará especial atención a los magníficos retratos femeninos que el pintor realizó entre los años 1890 y 1920.






Para más información: https://www.museothyssen.org/exposiciones/sorolla-moda

domingo, 14 de enero de 2018

Las bibliotecas en el siglo XIX

La aparición de las bibliotecas públicas a comienzos del siglo XIX se debió sobre todos los países anglosajones, a Inglaterra y a Estados Unidos principalmente, con la intención de que no solamente las clases adineradas, ilustradas, clero y científicos pudieran acceder a la cultura, sino abrirla a cualquier estamento social que estuviese ávido de conocimiento y hubiese aprendido las letras del abecedario.


Para formar tanto profesional como moralmente, junto a las bibliotecas parroquiales se fundan las primeras bibliotecas públicas, aunque al comienzo sin muchos volúmenes porque eran escasos los libros que llegaban a las colonias. En Estados Unidos, la 1ª que abrió sus puertas fue en 1833 en Peterborough (de pago), seguida en 1854 de la de Boston (ya de manera gratuita) aunque realmente el crecimiento numérico tuvo lugar tras la Guerra de Sucesión Americana (1861-65) y eclosionando en la figura de Andrew Carnegie, un benefactor que donó una considerable suma de dinero para la construcción, a comienzos ya del s. XX de más de 2.500 bibliotecas en países de habla inglesa. A cambio, las ciudades sólo debían contribuir en su mantenimiento.



En Iberoamérica, las bibliotecas se formaron con fondos procedentes de las misiones jesuitas pero con la independencia de los diferentes países, cada una abre su cultura al pueblo que la acoge. Así, la Biblioteca Nacional Argentina fue creada en 1810 en Buenos Aires; en 1821 la Biblioteca Nacional de Perú en Lima; en 1825 la de Brasil y en 1884 la de Méjico.

Cruzando el charco y al otro lado, entre Europa y Asia, la biblioteca pública e imperial de San Petersburgo abrió sus puertas a finales del s. XIX, con varios fondos de bibliotecas incautadas. La Biblioteca Nacional de Moscú abrió en 1862. En España, la Biblioteca Nacional, tras muchas vicisitudes y cambio de sedes, se inauguró públicamente en el edificio actual en 1896.